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De sueño en sueño

Escrito por Tatiana Vega

POR LA AVENTURA DEL INCONSCIENTE

Tatiana Vega P.

Los sueños siguen caminos intrincados, que no siempre comprendemos. Pero parece, finalmente, que el simple hecho de soñar es una aventura de sanación, un “parto” en el que damos a luz nuestra propia sabiduría.

La destartalada micro se aleja de las encantadoras y estrechas calles empedradas de Party, ciudad colonial que formó parte vital de la antigua ruta del oro hacia Europa, ubicada entre Río de Janeiro y Sao Paulo. De a poco, va dejando atrás sus casitas todas pintadas de blanco con marcos de puertas y ventanas de llamativos colores, un poblado sin edificios en altura, y se adentra en la vegetación densa y exuberante de la Mata Atlántica, la selva brasilera.

Rosa y Vesna se acomodan lo mejor que pueden en los duros asientos y se arman de paciencia para el recorrido. A un lado del camino, un bosque de araucarias y más allá unas higueras les traen reminiscencias de Chile, pero muy pronto cocoteros, bananales, pau-jacarés, ipês y manacás da serra, además de otros árboles inmensos como el guapuruvu, les recuerdan que están en plena selva tropical. El panorama en movimiento trae de vez en cuando una cascada de aguas claras, un pequeño conjunto de chozas de gente local y más bosques de todos los verdes imaginables. De fondo, las montañas, y no muy lejos, el litoral.

ENCUENTRO ONIRICO

No, no van como turistas a tomar el sol acompañado de unos martinis en las playas de la zona, famosas en el mundo entero por sus aguas turquesa, sus palmeras y cocoteros como sacados de una revista de viajes. No, la aventura de estas dos mujeres está teñida de otros colores. Rosa Anwandter quiere saber todo sobre los sueños de los guaraníes, una de las etnias indígenas de la zona, protegida por la Funaí, Fundación Nacional del Indio, de Brasil. Su interés es indagar sobre su historia, su cultura, sus costumbres.

Luego de una y media hora de viaje, entre lugareños que comen sandía para refrescarse del intenso y húmedo calor, y que acarrean incluso gallinas en el particular autobús, Rosa y Vesna llegan a la aldea de Paraty-Mirim (Pequeño Paraty), donde vive esta tribu guaraní. Sus miembros están bajo la protección del gobierno brasilero, el que les asegura tierras, escuela, atención médica, luz eléctrica, clases de portugués y otros servicios. La zona donde viven está considerada como Reserva de la Biosfera, lo que significa que es intocable. Alterar cualquier detalle del ecosistema en esta área está considerado un delito ambiental.

Rosa y su amiga convivieron con los guaraníes por varios días en los que hicieron trabajo de campo conversando con ellos, observando, investigando. La reserva incluye a unas 1.600 personas, pero están agrupados en pequeñas aldeas de 7 u 8 chozas cada una. Paraty-Mirim es uno de estos poblados.

LOS SUEÑOS DE LA SELVA

Las chozas de Paraty-Mirim, cuyos techos están cubiertos de hojas de palmera, se ubican en círculo, al medio del cual se encuentra el templo, una choza un poco más grande que el resto.

“Para los guaraníes –nos cuenta Rosa- es muy importante la figura del círculo, ya que simboliza, al igual que para muchas otras culturas y quizás para el inconsciente colectivo de la humanidad entera, la completitud, el Todo. Asimismo, cada elemento de la naturaleza, el aire, el agua, el sol, la luna, tiene un profundo significado espiritual.”

En el templo realizan sus ceremonias, cantan, bailan e invocan a sus espíritus ancestrales. Todas las actividades son presididas por Caraí, el chamán. Pero también en este lugar sagrado se cuentan los sueños. Ahí, cada mañana, el grupo se reúne. Se sientan en rústicos bancos de madera o en la tierra misma y narran sus recorridos oníricos nocturnos. El chamán ayuda a interpretarlos, y el sueño es el que les anticipa si las va a ir bien o mal en sus actividades del día.

La venta de artesanías es para la tribu el rubro más importante en lo que a ganarse la vida se refiere; por ello es probable que el sueño mismo le diga a cada uno si vale la pena el viaje a Paraty a vender collares y pulseras a los numerosos turistas que disfrutan las maravillas de la zona. También practican algo de agricultura y, eventualmente, la caza.

“Le dan tal trascendencia a los sueños -continúa Rosa- que se guían por ellos para sanarse, para saber qué yerbas tomar para mejorarse, para decidir el nombre de un hijo que va a nacer”. La mujer embarazada cuenta al chamán sus sueños y, por ejemplo, si sueña con un puma, se supone que el hijo va a tener el mismo coraje que este animal, y se le elige un nombre en función de esa cualidad. Si la mujer sueña con un águila, quiere decir que el niño o la niña va a llegar muy lejos en la vida, que va a tener éxito.

La cosmología guaraní incluye la existencia de un Gran Hacedor del Universo, y este dios tiene una gran corte celestial. “Asimismo –señala Rosa-, cada persona tiene numerosos espíritus dentro de sí, que la protegen y la ayudan a ser mejor cada día”.

Tan conectados están con su inconsciente que, durante su estadía en la zona, Rosa fue testigo de la narración de una mujer que soñó que su marido la engañaba y, levantándose en medio de la noche, se fue hasta Paraty, donde en su sueño ella había visto una casa con ciertas características, la buscó hasta encontrarla y…, efectivamente, encontró a su marido con otra. Todo tal como lo había soñado. En la realidad concreta, lo acusó al chamán y gritó por toda la aldea que iba a matarlo. El chamán, quien a menudo debe realizar funciones de mediador social, logró convencerla de que no valía la pena matarlo, y que mejor se separara. A los pocos días, el donjuán llegó avergonzado, con la cabeza gacha, a pedir perdón. Además de la casa, que era exactamente igual a la que ella vio en su sueño, otro símbolo importante que ayudó a la mujer a conectarse con lo que sucedía fue el soñar con la pérdida de su anillo de matrimonio, hecho en una fibra vegetal del lugar.

“El anillo de matrimonio –dice Rosa Anwandter- es un símbolo universal, no tiene nada de raro que en el sueño se pierda, dada la situación de la pareja. Lo que sí es asombroso es cómo la mujer visualizó en su sueño exactamente la casa donde el marido estaba, tanto así como para dar con ella de noche y encontrarlo. Pienso que las mentes de estas personas están aún muy puras, muy sin contaminación, lo que les permite un contacto muy límpido con su propio inconsciente y con el inconsciente colectivo”.

DE ALASKA A TIERRA DEL FUEGO

Ya de regreso en Santiago, Rosa Anwandter empieza a ordenar cuidadosamente sus notas para escribir su investigación, que será publicada por revistas especializadas estadounidenses. La verdad es que su propio sueño no se detiene aquí. Su meta, mucho más codiciosa, es la de estudiar e investigar los sueños de todos los nativos de América, desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Nada menos. Ya tiene a su haber el estudio de los sueños de los mapuches, a través de contacto directo con mujeres de esta etnia. Y ahora, la de este grupo guaraní.

Es que Rosa es así. Parte hacia donde su instinto le dice que vaya. Y no suele equivocarse, ya que ha hecho toda una carrera como investigadora, analista e intérprete de sueños.

Pero, ¿cómo influyen sus propios sueños en la vida de alguien que se dedica a analizar los sueños de los demás? El primero de muchos sueños importantes, hace ya 21 años, le mostró su propio funeral. Había regresado recién a Chile, luego de años viviendo en Brasil. Estaba casada, feliz, y empezaba a hacer exposiciones, porque en Brasil se había licenciado en Arte con mención en Orfebrería. Le iba bien, su arte era reconocido y daba clases en el Instituto Cultural de Providencia.

“De repente, una noche soñé que me moría. No sólo que me moría, sino que además, veía mi propio funeral, que iba muy lentamente por la avenida La Paz, y a la altura de la parte de atrás de la Vega, que no es tan bonita, había frutas en el suelo; me daba vuelta y veía todas las caras de mis alumnos de orfebrería –recuerda Rosa-. Era un sueño repetitivo, que me daba un susto espantoso. Tiempo después, entendí su significado”.

Eso fue en enero. Cuatro meses más tarde, un día cualquiera, laminando oro para sus joyas, la máquina le cercenó la mano. “Mira cómo me quedó –dice, mostrando las cicatrices y la pérdida de movilidad de su mano, que ya nunca más tendría la motricidad fina para trabajar algo tan delicado como la orfebrería-. Ahí entendí lo que el sueño me estaba diciendo. Era mi entierro como orfebre. Pero la avenida La Paz yo la interpreto como la paz que me ha dado mi nueva profesión, el trabajo con los sueños de las personas, y las frutas que había en el suelo son los muchos frutos que he recogido en esta especialidad”.

Necesitó siete cirugías, injertos de piel y de músculos. Y rehabilitación. Y entre una y otra operación, tenía que esperar un lapso…, unos dos o tres meses cada vez.

Entonces, para aprovechar el tiempo, inquieta como ella sola, se puso a estudiar. En la universidad, había hecho un electivo de seis meses de psicología y, gracias a eso, sabía que los sueños eran importantes. Asimismo, había recibido atención psicoterapéutica, requisito indispensable en Brasil para convertirse en profesor. Y el psicoterapeuta trabajaba sueños con ella, lo que también fue una fuente de experiencia directa.

JOYAS DEL ALMA

No lamenta para nada haber perdido su antigua profesión: “Estoy feliz. De las joyas materiales pasé a las joyas del alma. Disfruto una paz interior tremenda, y conozco gente tan linda… Es un privilegio para mí, porque los sueños nos retratan. Los sueños retratan absolutamente todo lo que una persona es. Ahora, alguien me cuenta un sueño, y yo sé todo lo que le está pasando a esa persona”.

Más adelante, asistió a cursos sobre análisis e interpretación de sueños que daban algunos especialistas en Santiago, pero nada la dejaba conforme. Quería más. Supo que en Brasil había un simposio sobre el tema, organizado por el Instituto Jung de Zurich. Y para allá partió. Se convirtió en analista junguiana.

Así, viajando, estudiando, invitando científicos de distintas partes del mundo, ha continuado hasta hoy, cuando tiene a su haber tres libros publicados - Los Sueños, el Espejo del Alma, Editorial Platero, Santiago de Chile,1998; El Poder Mágico de los Sueños, RIL Editores, Santiago de Chile, 2006, y El Lenguaje de la Noche, del cual fue co-editora junto al Dr. Stanley Krippner, RIL Editores, Santiago de Chile, 2006-, y el haber participado en congresos internacionales de la IASD, International Association for the  Study of Dreams –organismo que este año la reeligió como Vicepresidenta para América Latina por votación unánime-, en Washington DC; en la Universidad de California; en Berkeley; en la Tufts University de Boston, y en la Bridgewater State University de Boston, EE.UU., durante los últimos seis años. En nuestro país, fue fundadora y es directora del Centro de Estudios Oníricos de Chile .

Sin embargo, el reconocimiento que más valoriza Rosa es el que recibe de sus propios alumnos cuando están trabajando los contenidos de sus sueños: “ Les hace bien. La gente encuentra su camino a través de los sueños, se sana, las depresiones se mejoran. Los sueños son guías poderosos si les prestamos atención y nos conectamos con ellos y sus mensajes”.

Pero, ¿cómo se produce la sanación a través de los sueños?, se pregunta uno. Rosa se entusiasma al responder: “El sólo hecho de trabajar un sueño, de madurar su interpretación, de tenerlo así como en remojo para descubrirle el sentido, ya de por sí es sanador”. Y agrega que el Dr. Montague Ulman , un famoso psiquiatra que nació en Suecia pero vive hace cuarenta años en Estados Unidos, ex director del Maimonides Hospital de Nueva York, asegura que los sueños son sanadores de por sí, entienda el soñante su significado o no lo entienda:

“Este médico tiene un método fabuloso, que me autorizó a enseñar aquí en Chile y que estoy aplicando en mis cursos, basado en que el analista no puede interpretar el sueño de otra persona. El sostiene que el analista de sueños es como una matrona –midwife, dice él-, y que quien da a luz es el soñante mismo”.

Así, de orfebre a analista de sueños, y de analista a partera onírica, la dinámica interior de Rosa Anwander no se detiene. ¿La veremos el próximo año en Alaska, con gruesas botas y gorro forrados en piel, viviendo en un iglú, para presenciar “el parto” de los sueños de una nativa del hielo? Conociéndola, no sería nada extraño.